viernes, 25 de enero de 2013

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La llamada


En aquel capítulo de su novela tenía que conocerse el nombre del principal sospechoso. Su creadora no quería demorar más el dato. Para ello se preparó una jarra de café y, sin más compañía que sus propósitos, se entregó a la tarea. El capítulo estaba llegando a su fin cuando su teléfono movil empezó a emitir un mensaje que decía: “No te quedes ahí esta noche, no es aconsejable”, no había remitente, pero aún no pasó un minuto, cuando el sonido del movil le avisó de un nuevo mensaje.

Eran altas horas de la madrugada y a través de los cristales la noche se adivinaba fría, echó mano de algo que la protegiese y le sirviera de cubretodo, una vieja capa que había pertenecido a una de sus antepasadas. Salió a la calle y empezó a caminar. La pantalla de su movil iba trazando un itinerario que ella seguía sin poner resistencia. Dobló una calle y casi se dio de bruces con una columna que tenía algo escrito, lo quiso leer y según se acercaba oyó una voz impersonal que le dijo:”No reveles su nombre, o lo pagarás caro”.

sábado, 12 de enero de 2013

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El Descanso


Era sábado a la noche y hacía calor. Llevaba conduciendo mucho tiempo y el cuerpo me pedía un  escanso. Estaba en un lugar desconocido, de eso se trataba, de dedicar aquel mes de agosto a explorar nuevos lugares. Bajé del coche. La Luna en su plenitud me iluminaba el paisaje. La inmensidad me cantaba el sonido del agua. Dos líneas de vegetación paralelas compuestas por álamos de mediana altura, arbustos de zarzamora y enredaderas, flanqueaban el arroyo de aguas huidizas. Me dejé llevar hasta su nacimiento. Aquel asiento de piedra cubierto de musgo deshilachado y resbaladizo, parecía estar esperándome,  lo poseí de inmediato. Los  redondos aromas que  invadían el lugar penetraron en mis sentidos hasta hacerme caer en una semi inconsciencia. De vez en cuando lejanos rumores alteraban mi estado soñoliento. De repente algo me despertó.  Una figura difusa se erguía ante mí, parecía envuelta en una extraña niebla, ¿usted quién es? –me preguntó-. Busqué mis cuerdas vocales pero no estaban. Intenté ponerme de pié pero no fui capaz. Antes de mi siguiente intento se despidió con un “Nos volveremos a ver”.