sábado, 12 de enero de 2013

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El Descanso


Era sábado a la noche y hacía calor. Llevaba conduciendo mucho tiempo y el cuerpo me pedía un  escanso. Estaba en un lugar desconocido, de eso se trataba, de dedicar aquel mes de agosto a explorar nuevos lugares. Bajé del coche. La Luna en su plenitud me iluminaba el paisaje. La inmensidad me cantaba el sonido del agua. Dos líneas de vegetación paralelas compuestas por álamos de mediana altura, arbustos de zarzamora y enredaderas, flanqueaban el arroyo de aguas huidizas. Me dejé llevar hasta su nacimiento. Aquel asiento de piedra cubierto de musgo deshilachado y resbaladizo, parecía estar esperándome,  lo poseí de inmediato. Los  redondos aromas que  invadían el lugar penetraron en mis sentidos hasta hacerme caer en una semi inconsciencia. De vez en cuando lejanos rumores alteraban mi estado soñoliento. De repente algo me despertó.  Una figura difusa se erguía ante mí, parecía envuelta en una extraña niebla, ¿usted quién es? –me preguntó-. Busqué mis cuerdas vocales pero no estaban. Intenté ponerme de pié pero no fui capaz. Antes de mi siguiente intento se despidió con un “Nos volveremos a ver”.
 
 

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