viernes, 13 de diciembre de 2013

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El armario


Mi hermano y yo estábamos en la edad de la niñez cuando nuestros padres decidieron irse a vivir al continente africano. Poco tiempo había pasado de nuestra llegada y ya, los dos, él con sus botas, su gorra y su traje de explorador por dentro y por fuera, y yo con la convicción de que no necesitaba de atuendo específico para ser la jefa de la expedición, teníamos pateado y memorizado el territorio que rodeaba nuestra vivienda hasta donde la vista nos alcanzaba.

       Era tal el ritmo que le imprimíamos a vivir nuestras aventuras, y tan escasos los contratiempos que nos asaltaban, que estábamos convencidos de estar preparados para experimentar emociones mucho más fuertes.

     Aquel día nos alejamos de casa mucho más de lo acostumbrado y al darnos cuenta decidimos volver de inmediato. Aquel camino de regreso era desconocido para nosotros y, oteando el terreno, descubrimos a lo lejos una silueta  en medio de un llano que se asemejaba a un armario. Mi hermano y yo nos miramos y sin cruzar palabra, llegamos a la conclusión de haber descubierto  un animal no catalogado.

     Nos encaminamos hacia él mientras nuestros nombres sobresalían en los libros de Historia Natural con letras bien grandes.

    Saboreando nuestro hallazgo nos encontramos ante él casi por sorpresa, a la que hubo que añadir una más: efectivamente era un armario ropero.

      Casi con un movimiento reflejo Miguel entró en el armario, yo quise evitarlo sin saber tampoco la razón que me empujaba a ello.

    No sé cuánto tiempo pasó, pero me quedé dormida en la espera. Cuando desperté era completamente de noche y estaba en brazos de mi padre. Quise contarle  lo sucedido, pero con una voz cálida me dijo: shiii, no te preocupes, has tenido una pesadilla.
 

viernes, 6 de diciembre de 2013

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La becaria


Aída, la becaria, tenía ante sí su primer gran reto: entrevistar al premiado más reciente, que resultó ser el depositario de los destinos del mundo durante la próxima década.

       Decidida a hacer bien su trabajo, Aída se dispuso a documentarse en profundidad sobre el personaje.

      Como era de esperar, éste vivía en un castillo encantado, gobernado por amazonas; criaba pájaros bobos, su personaje histórico preferido era Adán, pero le habría gustado ser Eva. Sus poetas favoritos eran los no conocidos, y como meta, se propuso una vez, conocer a todos los músicos del mundo para contestar con acierto, si acaso le formulaban alguna pregunta al respecto. Pero tenía grandes rasgos de incredulidad, y su sueño de felicidad consistía en ver a todos los seres humanos deambular desnudos.

     Opinaba que el hombre no tiene cualidades y que la mujer no debería tenerlas. Prefería no saber nada de sus novelistas favoritos; y opinaba que el hecho militar más admirable era aquel que no se había realizado. ¡Detestaba los cuestionarios! Alguien le preguntó alguna vez,-¿Su lema?-No tengo lema-contestó.